Una de las funciones del arte es la de testimoniar, expresar, contar cómo somos. Por ejemplo, gran parte de los datos de las culturas primitivas se han obtenido por medio de la observación y estudio de las escenas pintadas o dibujadas en las cerámicas, en las paredes de viviendas y edificaciones, en decoraciones de prendas y utensilios textiles. En estos elementos, artistas y artesanos anónimos reprodujeron escenas de los pueblos donde vivían y dejaron su huella en la historia humana, especialmente en los tiempos en que no había escritura.
Por medio de la pintura podemos saber cómo fueron los rostros de los personajes importantes de otras épocas (reyes, emperadores, papas, etc.), retratados e inmortalizados por la habilidad de los maestros pintores, que también disfrutaban pintándose a sí mismos. Esta costumbre se ha extendido hasta la actualidad ya que en nuestros días son frecuentes los autorretratos hechos por medio de una cámara fotográfica u otras tecnologías.
En un autorretrato interviene la subjetividad del artista, ya que el pintor o fotógrafo se representa a través de su propia mirada: su estado anímico se pone de manifiesto en la elección de la pose, los gestos, los colores de su ropa y de su piel.
Técnicamente la pintura del autorretrato se realiza mirándose en un espejo, o en el agua de un charco o de un río; otras veces los pintores se retrataban según como "se piensan" a sí mismos o cómo se recuerdan; recorren con las manos la cara y trasladan las sensaciones a la representación pictórica. Algunos autorretratos son realistas, casi fotográficos, y otros no. En una ocasión le comentaron a Pablo Picasso con respecto a sus autorretratos: "pero no se parece en nada al modelo real...", y él respondió: "no importa, ya se le va a parecer".
Fuente: http://coleccion.educ.ar
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